08 octubre 2018

Metamorfosis





Nuestro desarrollo de vida se choca, algunas o muchas veces, con la desgracia. Que no es algo puro. Pero apenas la convertimos en relato, damos un sentido al sufrimiento y comprendemos, mucho tiempo después, cómo pudimos transformar una desgracia en maravilla, ya que toda persona herida se ve forzada a la metamorfosis.

La palabra “resiliencia” nace en la Física, y simplificando su concepto, se usa para designar la capacidad que tiene un cuerpo para resistir un choque. Con el tiempo, las Ciencias Sociales la utilizan para significar “la capacidad para triunfar, para vivir y desarrollarse positivamente de manera socialmente aceptable, a pesar de la fatiga o de la adversidad, que suelen implicar riesgo grave de desenlace negativo” (S.Vanistendael, Clés pour devenir: la résilience, nov.1998).

Nuestra historia no es un destino. Los determinismos humanos son de corto plazo. Los sufrimientos nos obligan a metamorfosearnos y nunca perdemos la esperanza de cambiar de manera de vivir. Por eso una carencia precoz, la pérdida de un ser querido, una tragedia, una catástrofe, un accidente, crea una vulnerabilidad momentánea, que las experiencias afectivas y sociales podrán reparar o agravar.

¿Por qué tengo que sufrir tanto?, ¿Por qué a mí?, ¿Cómo voy a hacer para ser superar esto?

El precio de la resiliencia es el OXÍMORON. El oxímoron es una figura retórica que consiste en reunir dos términos antinómicos. Revela el contraste de quien, al recibir un gran golpe, se adapta dividiéndose. La parte de la persona que ha recibido el golpe sufre y produce necrosis, mientras que otra parte mejor protegida, aún sana pero más secreta, reúne, con la energía de la desesperación, todo lo que puede seguir dando un poco de bienestar y sentido a la vida. El contraste no produce antagonismo sino que los reúne, los aclara. El oxímoron se vuelve característico de una personalidad herida pero resistente.

Escribe Baudelaire: “Cada instante te devora un pedazo de delicia… Me has dado tu fango y yo lo he vuelto oro” (C.Baudelaire, “L’horloge”, Les fleur du mal, 1861. En esta expresión podemos descubrir claramente la alquimia del dolor.

No tenemos por qué escoger entre la tesis y la antítesis. Quienes atravesamos semejantes situaciones, estamos heridos y punto! Desarrollando la resiliencia podemos encontrar bienestar y armonía, en el fango y el dolor. Una desgracia nunca es maravillosa, pero nos obliga a elegir: someternos a ella o sobreponernos.


Extraído del libro “LA MARAVILLA DEL DOLOR-El sentido de la resiliencia”
BORIS CYRULNIK


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