ARTE TEXTIL MAPUCHE
EN TIERRAS PAMPEANAS
Este es un trabajo que realicé, investigando la cultura textil mapuche, y a través de una entrevista a Amelia Sánchez, en 2006, General Pico, La Pampa.
Breve
historia del pueblo mapuche.
“Mapuche” quiere decir “gente
de la tierra” en mapudungun, el
idioma de este pueblo, que vivió en Chile y luego se extendió a lo que hoy es la Patagonia argentina, con
su rica cultura, su lengua y sus artes.
Hacia fines del siglo XV, los
incas habían penetrado en el territorio que hoy es chileno. Aunque no pudieron
dominar a los mapuches, se cree que influyeron en algunas de sus costumbres.
El contacto más conflictivo
llegó cuando los españoles arribaron a las regiones de Chile y Argentina. Las
luchas se mezclaron con los intercambios comerciales, pero la Campaña al Desierto
llevada a cabo en nuestro pais –con su equivalente en la Pacificación de la Araucanía chilena-,
arrinconó finalmente a los mapuches en reservas y tierras que de un dia para
otro dejaron de ser suyas.
Desde fines de 1800,
entonces, comenzó una nueva época, en la que la gente de la tierra luchó por
conservar sus costumbres, su idioma, su forma de vida. En su amplia producción
de objetos artísticos (complejos y hermosos tejidos, precisas piezas de
platería, instrumentos musicales, elementos de madera y de cestería), ellos
expresan un universo de significados, referentes a su cultura, su visión del
mundo y sus creencias.
Anteriormente a la llegada de
los mapuches, la zona pampeana era habitada por los tehuelches septentrionales. Con la llegada de las expediciones
españolas a La Pampa ,
se introduce el caballo, que origina numerosos cambios, ya que el territorio de
cada grupo se extendió. Los araucanos de Chile también habían incorporado el
caballo, y en tiempos de paz, se realizaba un intenso comercio, entre indígenas
y criollos o “cristianos”. Los tehuelches fueron modificando su forma de vida
durante el contacto con los mapuches, adoptando sus costumbres. Este proceso se
conoce como araucanización de la pampa.
Sin embargo, los mapuches también fueron variando sus costumbres, adaptándose a
vivir en la llanura, con un paisaje bien distinto del suyo: cambiaron su vivienda,
su vestimenta e incorporaron nuevos platos a su menú.
En nuestros dias existen
muchas comunidades mapuches, tanto en Argentina (Neuquén, Rio Negro, Chubut,
Buenos Aires y La Pampa )
como en Chile. Se calcula que son cerca de 30.000 los que viven en grupos y
25.000 los que habitan dispersos en el pais.
En los últimos años han
surgido numerosas agrupaciones mapuches que luchan por sus derechos,
defendiendo la diversidad cultural y la posibilidad de conformar una nación
intercultural que respete todas las expresiones.
La cultura mapuche organiza
el mundo a partir de la ubicación de las cosas, objetos y seres dentro de un
espacio ordenado en un desplazamiento de derecha a izquierda, siguiendo el
movimiento universal, tal como lo hace el Sol cuando sale y se pone. También se
sigue este sentido en el saludo o en los bailes. El universo funciona de forma
circular. El tiempo es de carácter cíclico, no lineal. La Naturaleza no cambia,
sólo se renueva. El tiempo se renueva, termina una jornada, un ciclo y se
repite, siempre, de distintas maneras, más fuerte o más débil, como la Naturaleza. No
es un tiempo diferente, es el mismo tiempo que va rotando.
Existe un pasado vinculado a
los ancestros, quienes proveen la sabiduría, que ha sido entregada y es un acto
colectivo para su continuación.
Existe un presente que
fortalece las relaciones entre la comunidad local y los grupos familiares, en
el conjunto de sus creencias y mitos, los cuales deben resultar en la
percepción de un futuro.
Para la cultura mapuche, el
cuatro (mely) es un número sagrado
que representa equilibrio y armonía, que aparece en distintas manifestaciones:
cuatro seres componen la familia originaria, cuatro son las partes del
territorio mapuche, cuatro son las estaciones, cuatro son las etapas de la
vida, etc.
El concepto de newén (que puede traducirse como
“energía”) hace referencia a la fuerza interior de cada una de las cosas y los
seres del universo. Para el mapuche, la tierra es una unidad con todos sus
bienes y riquezas. La sabiduría mapuche enseña que todo tiene fuerza y valor,
por lo que merece respeto. No se es dueño ni propietario, sino que se pertenece
y se usa en un sentido de funcionalidad.
A la tierra se la llama madre
o ñuke mapa, ya que los mapuches son
sus hijos, de ella han nacido, ella los alimenta, les proporciona abrigo y
recibe su cuerpo material cuando ha cumplido su ciclo vital. El concepto de mapu es central para la filosofía
mapuche.
El
arte textil.
Algunos especialistas
sostienen que la textilería mapuche ha recibido influencias de otras culturas:
Tiahuanaco, Inca y de otros grupos del norte de Chile. Estos elementos
incorporados fueron reelaborados por las tejedoras, quienes crearon un estilo
singular y distintivo de su propio grupo.
La actividad textil fue, y es
aún hoy, una actividad exclusivamente femenina. Las mujeres desarrollaron
técnicas de hilado, de tejido en telar y de tintura por medio de especies
vegetales. Con la llegada de los españoles, los mapuches incorporaron la oveja
a sus animales domésticos, más fácil de criar, esquilar y reproducir que el chilihueque o guanaco. Las hermosas
prendas mapuches se convirtieron en importantes bienes de intercambio
comercial, tanto con otros grupos indígenas como con los españoles.
Leyenda
sobre el origen de la textilería mapuche.
Según el trabajo de Angélica Willson A.: “Textilería Mapuche. Arte de Mujeres”.
“Un
dia, una chiquilla lavaba mote en el rio, llegó un viejo y se la robó; se la
llevó para sus tierras. Se casó el viejo con la chiquilla. Dicen que le dijo:
Me voy para la Argentina ,
cuando vuelva yo, me tienes que tener toda esta lana hilada. Se fue el hombre y
la niña quedó llorando, ¡cuándo sabría hilar! Llorando allegadita al fogón, y
en eso el choñoiwe
kuzé, el fuego vieja, le habló: No tienes
para qué afligirte tanto, yo voy a llamar a lalén kuzé para que te ayude. Al ratito apareció, bajando por el fogón, la Araña Vieja y le dijo a la
chiquilla: tienes que hacerlo como yo, mírame y aprenderás a hilar. Así que
pasaron los dias, cuando llegó el hombre, las lanas estaban hiladas. Lalén Kuzé
todas las noches fue a ayudar a la niña y juntas terminaron el trabajo.”
También se cuenta que, para
que las niñas aprendieran a hilar y fueran buenas tejedoras se les frotaba
suavemente la palma de las manos con pequeñas arañas o se les envolvía la
muñeca con “pulseras” de tela de araña.
La autora citada incluye el
siguiente relato de una tejedora mapuche de Temuco, Margarita Painequeo: “Mi mamá contaba que antes a la mujer
mapuche le colocaban una lanita que se encuentra en un árbol –me parece que es
hualle-, es una lanita especial, está en las montañas; pero la encuentra sólo
la que tiene suerte, es una lanita bien finita. De guagüitas a las niñas
mapuches les envolvían la muñeca de la mano, entonces ellas iban a ser como
arañas para hilar o para tejer, salían expertas en tejido. Yo le decía a mi
mamá, que por qué no me buscaba una, que por qué no me buscó cuando era
guagüita. Yo soñé que iba a hilar algún dia; pero pensaba que iba a ser más lenta
porque no me puso la telita. Ella me decía: Ya de grande es difícil, de
guagüita es bueno, hay que buscarlo en el monte, es un poco difícil; pero se
encuentra.”
De dos maneras se puede
lograr el conocimiento y la aplicación de las distintas técnicas y
procedimientos textiles.
La primera, por la
observación cotidiana de las labores de hilado, teñido y tejido que realizan su
abuela, madre o hermanas mayores. Pocas veces reciben explicaciones de sus
familiares; ellas lo llaman “aprender mirando” y las niñas mapuches se ven
forzadas a realizar “prácticas escondidas”.
En el segundo caso, se
recurre a la enseñanza especializada de una maestra o ñimife. Estas maestras son mujeres, algunas de avanzada edad, que
se destacan por sus habilidades y capacidad para enseñar. El método consiste en
la aplicación práctica de los conocimientos: ella va elaborando un tejido y la
joven lo realiza paralelamente en su telar.
…y en La Pampa , conocimos a Amelia,
que fue
aprendiz y ahora es ñimife.
Mesa de trabajo de Amelia, en su casa. |
Amelia con una de sus obras |
¿Qué Amelia? ¿La que enseña telar?
Sí, así la conocemos en General Pico, su lugar de
residencia. Nació en Miguel Cané, otra ciudad de La Pampa , hace ya unos 70 años,
Amelia Andrés de Sánchez. Su historia como telera comenzó en los 80. Su madre y
su abuela hilaban. Su abuela era española. “Pero yo no aprendí con ella; no nos
dejaba acercarnos a la rueca, ¡mirá vos! Y mi nieta, que tiene 8 años, ¡no
sabés lo bien que hila!, con la rueca. Mi abuela hilaba y mis tias tejían con
dos agujas, en Miguel Cané”.
- ¿Cuándo
y cómo aprendiste a tejer mapuche?
Y… yo
aprendí telar mapuche cuando vino Rosa, Rosa Maldonado, en 1980.
Mirá cómo
son las cosas… cuando yo iba a Bs.As. a ver a mi hija, que estaba allá
estudiando, ella me llevaba a la casa de Salta y otras, porque yo quería ver
cómo tejían; pero en ninguna parte tejían; había cosas hechas, nada más. Así
que cuando me enteré que venía Rosa a Pico, al Centro Cultural Maracó, me fui
de cabeza. Y ahí empecé: 81,82.
- ¿Quién
es Rosa Maldonado?
Rosa Maldonado
pertenece a la comunidad mapuche de la Colonia Emilio
Mitre, de La Pampa. La
madre de Rosa era de Puelches. Y Rosa aprendió de ella. Algunas veces venía con
Rosa. Lo que me llamó la atención era su mano, tenía los dedos así, los dedos
(índice y mayor) como gancho, de tanto usar el huso, de tanto hacer girar el
uso; nunca usó rueca. Ella era indígena. Hilaban para hacer bolsos, y para
vender la lana hilada. A Rosa y su mamá, la Dirección de Cultura las
llevó a Santa Rosa, le hicieron una piecita, para que trabajaran allí. Cuando
yo la conocí, ya no hacía telar, tenía más de 80 años, y le habían prohibido
trabajar. Nos contaba a nosotros cómo se alimentaban con las raíces, muy
primitiva era…
- ¿Cómo
y por qué te dedicaste a la enseñanza?
Y… cuando
Rosa dejó de venir, lo hizo durante 2 o 3 años, la directora de Cultura me
llamó, para que continuara con los talleres. Porque como yo tenía un telar
armado, bastante chico, lo llevaba y lo traía. Entonces, cuando Rosa venía a la
semana siguiente, yo ya había terminado un trabajo; y había acumulado un
montón. Y así comencé mi carrera enseñando. Esto hizo que yo no pudiera dejar
de enseñar. Yo nunca me imaginé
enseñando. Después dije, ¿por qué no? Ni me lo esperaba este ofrecimiento. Y al
dia siguiente, me levanté y pensé: si Rosa hizo el sacrificio de venir a
enseñarnos, ¿por qué no hacerlo yo? Porque me parece que tengo la obligación;
porque Rosa, que tiene raíces indígenas, se desprendió de todo, entregó su
sabiduría por nosotros; entonces, yo tengo que seguir enseñando, es como que le
debo eso a Rosa. Y seguimos teniendo unos encuentros maravillosos cuando nos
vemos. Ella tiene su carpeta de toda su trayectoria, y me tiene a mi en un
montón de fotos. Es como que está contenta
por esto.
Y yo creo
que contribuyo a lo que ella hacía, a
rescatar, a difundir; porque acá, en la zona norte, es gracias a Rosa que
se hace telar mapuche, que se hila lana. Ahora hay muchos que tejen, pero en
ese momento, no. Por algo surgió así, yo
siempre digo … por algo pasan las cosas. Yo le estoy muy agradecida a
Rosa. Casi no hablaba, era de pocas palabras. Nosotros tenemos copiado cómo
movía los ovillos, porque ella hacía, pero
no decía, era de muy pocas palabras. Ella era así, muy callada, muy
humilde. Sabía hacerlo pero no sabía explicarlo. Nosotros íbamos copiando el
movimiento de sus ovillos; cada urdimbre es distinta, entonces íbamos
escribiendo sus movimientos, y eso fue lo que nos sirvió. Rosa había aprendido
de su madre, de su abuela, viene de familia. A lo mejor no saben leer ni
escribir, pero saben hacer telar y… ¡ qué bien que lo hacen!
- ¿Cómo
se desarrolla tu experiencia laboral, como maestra de telar?
Primero
fueron varios años así, en el Centro Cultural Maracó, con telar mapuche. Y
luego agregué el telar de mesa, pero casi obligada por la situación, ya que se
había abierto la Escuela Laboral ,
y nos trasladamos allí. Y también ya estaba trabajando en la Escuela Laboral de Quemú-Quemú;
ellos vieron una exposición de trabajos que hicimos en el Centro Cultura Maracó
y me llamaron. Y me inscribí con un título que tenía de “Labores”, remendado
con cinta adhesiva, de viejo que estaba. Y ahí me dieron el cargo.
Luego empecé a ir a Ojeda, a la Escuela Hogar ; ahí estuve 12
años. Esta fue otra experiencia inesperada, porque le enseñaba a chicos; yo
nunca había trabajado con chicos. Cuando volví a casa ese primer dia, yo venía
flotando, de la alegría, porque los chicos seguían hilando, todos con huso. Yo
no pensé nunca que se iba a poder. ¡Tenían un interés! Después incorporamos las
ruecas; había 6 ruecas. Cuando se ponían así… medio cansados, hacíamos un
concurso de hilado. Eso era un ruido, todas las ruecas trabajando, a ver quién
hilaba más lana y mejor. Bueno… después había que llevar el premio, eso sí. Y…
les llevaba golosinas… a todos. ¿Qué es lo que más los entusiasmaba? El hilado
y las máquinas. En cuarto grado hilaban con huso; en quinto, con rueca, que no
era fácil, pero eran 4 horas intensas. Y luego aprendían a tejer. Esos días
iban chicos de otras escuelas, a ver y aprender, entonces era un momento muy
especial. Los mismos chicos nuestros les enseñaban a los visitantes.
El primer año que expusimos en la Rural , en el 90, yo le dije,
a la directora, Hilda Dalmasso: “¡El año que viene vamos a Palermo!”; pero en
broma, era como decir cualquier cosa. Y ella se lo tomó en serio. Y dijo:
“vamos a trabajar para ir a la Exposición Rural de Palermo”. Llevamos los
trabajos, fuimos con la gente del Mercado Artesanal de Santa Rosa. Y el primer
bolso que se vendió fue para Japón, lo entregaron los chicos nuestros, era de
ellos. ¡No sabés la alegría que tenían! ¡Que se vendieran sus trabajos! Fue
emocionante; además, nunca habían ido a Buenos Aires. Una anécdota: el stand de
La Pampa no estaba
habilitado para la rueca; llevábamos los husos. Pero el de al lado, el de Rio
Negro, sí. Entonces los chicos nuestros se iban a hilar ahí; y la gente que
pasaba, los rodeaban; porque ver chicos así, hilando, es sorprendente; salieron
en todos los diarios “los chicos de La
Pampa ”, eran chiquitos. En el 91 volvimos otra vez y
recibimos otro premio. En ese momento había más posibilidades para viajar que
ahora. Hacíamos tejido mapuche, y también, con la lana hilada que quedaba
gruesa, hacíamos los chales de “triángulos”. Con la venta de los trabajos, los
chicos hicieron varios viajes, dentro y fuera de la provincia. Teníamos el
Proyecto hecho, y desde la
Escuela organizábamos los viajes. También fuimos a Santa Fe.
Hubo una época que se hacían 3 o 4 chales por dia. Empezaba un chico, unos 15
minutos, y luego seguía otro, y así se iban terminando. A veces, se peleaban
para trabajar. Les gustaba mucho.
Yo digo que el telar atrapa. A los
grandes y a los chicos. No sé qué tiene. Al principio cuesta porque no saben lo
que es. Pero una vez que se metieron… es fantástico. Yo me venía a Pico a las 5
y media, porque empezaba a trabajar en esta otra escuela, y ellos seguían
trabajando hasta la hora de la cena, porque es una Escuela Hogar.
¿Y este interés de los chicos continuó
siempre? Siempre, hasta que hubo el cambio de Dirección, y se dio lugar a otras
cosas… y no se hizo más telar.
También trabajé en Larroudé, tres años. Ahora siguen,
pero sólo con hilado, en un centro municipal. En Quemú-Quemú quedó gente que
siguió tejiendo; hay una chica que hace ponchos.
Amelia
enseñando-Escuela Laboral Nº 6
Alumna hilando lana de oveja |
…CONTINUAMOS CON LA INFORMACIÓN
BIBLIOGRÁFICA :
El
telar.
El tejido consiste,
básicamente, en un entrecruzamiento de un sistema de hilos fijos al telar (urdimbre) por un sistema de hilos que
pasa la tejedora (trama). Los
telares han sido y siguen siendo muy variados: verticales, horizontales o
sujetos a la cintura del tejedor. Entre los mapuches, el más común es el telar vertical con urdimbre vertical.
Es muy sencillo: un bastidor fabricado con cuatro palos o ramas (dos parantes y
dos travesaños) que van cruzados en ángulo recto y sujetos por medio de sogas
en los sitios donde se cruzan. Los tamaños varían según la pieza a tejer y se
lo coloca apoyado en la pared, en posición oblicua. En lengua mapuche se lo
llama huicha huichahue (de pie sobre
la tierra) o huitral. Los travesaños
pueden tener una longitud de entre 1,10 y 1,80 metros .
Las
piezas.
Las prendas que se tejen, en
general, son de tres tipos: vestimenta, objetos para la casa y objetos para el
caballo.
El
poncho.
El poncho es una de las
prendas de vestimenta, de forma rectangular con una abertura en el centro para
la introducción de la cabeza. Fue una prenda muy apreciada por muchos grupos
indígenas y por el criollo también. El poncho mapuche llegó desde Chile a las
pampas argentinas. Los ingleses llegaron a elaborar ponchos pampas en sus
fábricas para luego venderlos en la Argentina.
Sus medidas son de 1,40 a 1,90 de longitud, por 1,20 a 1,80 de ancho. Los
diseños varían con los grupos indígenas y con la habilidad de la tejedora. Son
comunes los laberintos escalonados, dibujos de plantas y animales, y la técnica
del teñido negativo llamada ikat, que
amarra determinado número de hilos de la urdimbre para que conserven el color
original de la lana. Son comunes también las listas de diferentes colores
(“camino que se despliega siguiendo las formas del paisaje”) o en blanco y
negro.
El poncho es una prenda
masculina muy distintiva. Dice la investigadora Margarita Alvarado: “Sus diseños y colores son depositarios de
delicados códigos que se relacionaban con el territorio y el linaje. Todo
poncho presenta una densidad estética y simbólica muy específica, que debe dar
cuenta del poder, jerarquía y prestigio de su portador por medio de códigos que
se materializan en sus colores y diseños”.
Fue una prenda infaltable
para el gaucho, que lo usaba también para la cama, de manta para su montura y
hasta para batirse a cuchillo en algún entrevero. La matra es la pieza del apero de montar que podía servir, en los
viajes largos, como colchón o manta. El hilo que se usa es más grueso que el
usado para el poncho. En Neuquén suele denominársela pelera. Y el matrón
sería la manta para la cama, un poco más grande.
El
diseño.
En la tejeduría mapuche es
frecuente el uso de cruces y cuadriláteros de bordes escalonados. La cruz
andina es uno de los símbolos más utilizados en estas culturas. La cruz
simétrica es un símbolo cosmológico (representación del mundo). El motivo
denominado choike kichiu, ano de
avestruz, consiste en un rombo ubicado en el centro de otro con lados dentados,
y también fue muy utilizado por los tehuelches. Los rombos pueden aparecer
simples, concéntricos, subdivididos o con otros motivos en su interior.
Aparecen además otros dibujos, como el reloj de arena (dos triángulos unidos
por un vértice); el zigzag, que se arma con líneas rectas, escalonadas o
dentadas; los triángulos, que pueden encerrar figuras pequeñas; o los
espirales.
La figura humana es
generalmente esquemática o estilizada, y a veces se utiliza la figura del
jinete. Se usa la representación de la flor del rayen; el diseño de cadenilla, con eslabones en forma de diamante;
ojitos; espuelas; diseño de líneas oblicuas y paralelas con otro dibujo en el
centro; dibujo con rayas como las del arco iris; estrella; diamantes dentro de
otros diamantes; garfios.
La investigadora Angélica
Wilson explica:
“Para
comprender el significado y el sentido estético involucrado en los tejidos
mapuches, es importante tener en cuenta que la combinación de formas, diseños y
coloridos que adornan las distintas prendas, aluden a un modo de expresión
propio y a la existencia de un ‘lenguaje’ a través del cual se establece un
diálogo entre sus creadoras y los miembros de su sociedad.
(…)
Asimismo, se plantea que la iconografía de los textiles mapuches expresa el
conocimiento de ciertos contenidos culturales, los cuales son susceptibles de
ser leídos por ciertos individuos especializados, a través de la decodificación
global de las secuencias decorativas expresadas en un tejido. (…) A través de
los dibujos de un tejido, se podía contar una historia, o saber la posición
social de un hombre o de una mujer.”
Algunas tejedoras cuentan que
tenían conocimiento de que tanto los colores como los diseños poseían un
significado, pero que ellas no lo conocen. Se podría inferir que el diseño de
cadenilla podría ser la imagen de la unión de todas las comunidades mapuches.
El etnógrafo chileno Pedro
Megge Rosso, especialista en la simbología textil mapuche, habla sobre los
significados escondidos en los ponchos. Los ponchos negros o grises carecen de
símbolos, puesto que sirven sólo como abrigo. Si tienen colores o diseños,
significa que fue tejido para alguien en particular. “Toda tejedora anticipa para su tejido un proyecto simbólico
fundamental. Este proyecto debe realizarse en un mensaje que debe ser expresado
por la integralidad de los símbolos que lo componen. El mensaje debe relatar
con la mayor precisión posible al dueño y portador del textil, y muy
particularmente si se trata de una manta”.
Amelia nos
cuenta sobre técnicas y diseños
Enseño lo
básico, lo que yo aprendí. Pero ahí está la cosa… de ahí sale todo…La urdimbre
“del ocho” o “simple”, “ojito de perdiz”, “de costillita” o “peinecillo”
(porque más al oeste se le llama peinecillo), y la urdimbre de “cuadradito”.
Urdimbre simple y de costillita |
Urdimbre de lista atada |
Ahora nos
estamos volcando a los rombos, en la Escuela.
Yo veo que también en el oeste los están usando, lo están
incorporando últimamente; porque antes hacían solamente lo básico. El rombo se
usa para el “laboreo”. Un tejido con laboreo es el que va a formar algún rombo,
alguna figura; y un tejido liso, tiene las urdimbres de cuadrito, ojito de
perdiz y costilla. El uso del laboreo se debe a la influencia de Mendoza y del
sur. En La Pampa
era más simple la cosa. La Pampa
se caracteriza por tener esos tejidos, más simples.
- ¿Y
qué podés contar de tus obras?
Y… para mi tejer es como una adicción.
A veces envidio a mis alumnas, que yo a lo mejor, por falta de tiempo no lo
puedo hacer tantas prendas. Me gustan las cosas grandes, y con lana hilada por
mi. Ya tengo lana para otro poncho. También la tiño. Algunas prendas las hago
por encargue; entonces, pregunto qué color quieren. Si no, yo elijo los colores
y el diseño. A veces me despierto a la noche, y pienso los colores que le voy a
poner; tiño con vegetales, con anilina no, muy poco. Uso los vegetales que hay
en cada época. Porque cada época tiene
su color. Ahora vamos a tener ciruelo de jardín, que ya brotó; hasta hace
poco teníamos el fruto del siempre verde, que es un verde turquesa hermoso; y
está también la flor de la acacia. Y en invierno, usamos las hojas, la yerba,
el té, la cebolla. Siempre hay que tratar de tener lana teñida. Y también la
lana natural, blanca y negra, o gris, queda muy linda. Me gusta mezclar
tinturas, pero hay que saber bien la cantidad, porque si no alcanza, no se
consigue el mismo color. A través de la Escuela , todos los años vamos descubriendo nuevos
colores; porque las alumnas, van probando. Este año apareció la hoja de salón,
esa hoja grande, y sale un color hermoso, un verde oscuro, que no lo conseguís
con otra cosa. Cuando iba a Quemú, se descubrió la cáscara de granada. Y ahora
van a probar con la cáscara de palta. Y otra cosa que vamos haciendo es
incorporando nuevos diseños; las chicas buscan en Internet y se vienen con
diseños que no conocemos, y los tratamos de sacar; no es fácil, pero se van
sacando. Casi todos son con la urdimbre del ojito de perdiz, y de ahí parte el
laboreo, más o menos complicado. También hacemos la lista atada, que consiste en atar varios hilos de urdimbre,
formando un diseño; luego se tiñe, y lo que está atado permanece con el color
original. Se vuelve a colocar la urdimbre en el telar, y se agregan nuevos
hilos para completar el trabajo.
Cuando elijo el diseño, prefiero no
salirme de lo tradicional pampeano: peinecillo y ojito de perdiz; que no sea
una guarda incorporada de otros lugares. Me gusta hacer las franjas sencillas,
con combinación de colores; como para mantener
la identidad. Lo tradicional
pampeano son las urdimbres de ojito de perdiz, costilla, cuadrito y la lisa; esto
es lo tradicional pampeano; y sobre eso van los dibujos, pero también
sencillos. Rosa le llamaba costillar, y decía: “hacés costillar o medio
costillar”.
Conclusiones
La obra de
Amelia es como la cuenta: sencilla, profunda, cuidadosa. Estas cualidades dan
vida tanto a sus tejidos como a su actividad educadora.
Es
cuidadosa de las tradiciones; valora, respeta y difunde lo que los seres
originarios de La Pampa
han desarrollado, tanto en su manera de trasmitir la cultura como en la
elección de técnicas y diseños (“como para mantener la identidad”). También es cuidadosa en sus tejidos,
de un hilado fino y parejo, hasta una confección impecable, tanto en el teñido,
como en el diseño y factura; no deja detalle librado al azar.
Es
sencilla en su manera de enseñar, muestra con su ejemplo, de pocas palabras (“ella
hacía, pero no decía”), persistente, respeta los tiempos y habilidades
de cada uno, contagia de entusiasmo cada vez que una pieza se termina, disfruta
la satisfacción de la obra concluida, el placer de aprender paso a paso. Sus
obras también son sencillas, pero son plenas y no ahorran esfuerzo; no hace
falta agregarles nada; sólo ella sabe el trabajo y el cariño que encierran.
Es
profunda en sus ideas; es agradecida de las enseñanzas recibidas y respetuosa
del mandato asumido: la lana está “hilada por mi”; los colores con
tintes vegetales, ya que “cada época tiene su color”, y los
diseños sencillos, como “los que se hacen en La Pampa ”. Rescata con
sabiduría la magia del telar: el que no sabe, no se imagina; pero quien lo
conoce, ya sea grande o chico, siente algo especial:
“el
telar atrapa”
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Agradezco tu comentario y recibir tu visita.