27 noviembre 2018

Arte Textil Mapuche con Amelia


ARTE TEXTIL MAPUCHE
EN TIERRAS PAMPEANAS

Este es un trabajo que realicé, investigando la cultura textil mapuche, y a través de una entrevista a Amelia Sánchez, en 2006, General Pico, La Pampa.

Breve historia del pueblo mapuche.


“Mapuche” quiere decir “gente de la tierra” en mapudungun, el idioma de este pueblo, que vivió en Chile y luego se extendió a lo que hoy es la Patagonia argentina, con su rica cultura, su lengua y sus artes.

Hacia fines del siglo XV, los incas habían penetrado en el territorio que hoy es chileno. Aunque no pudieron dominar a los mapuches, se cree que influyeron en algunas de sus costumbres.
El contacto más conflictivo llegó cuando los españoles arribaron a las regiones de Chile y Argentina. Las luchas se mezclaron con los intercambios comerciales, pero la Campaña al Desierto llevada a cabo en nuestro pais –con su equivalente en la Pacificación de la Araucanía chilena-, arrinconó finalmente a los mapuches en reservas y tierras que de un dia para otro dejaron de ser suyas.
Desde fines de 1800, entonces, comenzó una nueva época, en la que la gente de la tierra luchó por conservar sus costumbres, su idioma, su forma de vida. En su amplia producción de objetos artísticos (complejos y hermosos tejidos, precisas piezas de platería, instrumentos musicales, elementos de madera y de cestería), ellos expresan un universo de significados, referentes a su cultura, su visión del mundo y sus creencias.
Anteriormente a la llegada de los mapuches, la zona pampeana era habitada por los tehuelches septentrionales. Con la llegada de las expediciones españolas a La Pampa, se introduce el caballo, que origina numerosos cambios, ya que el territorio de cada grupo se extendió. Los araucanos de Chile también habían incorporado el caballo, y en tiempos de paz, se realizaba un intenso comercio, entre indígenas y criollos o “cristianos”. Los tehuelches fueron modificando su forma de vida durante el contacto con los mapuches, adoptando sus costumbres. Este proceso se conoce como araucanización de la pampa. Sin embargo, los mapuches también fueron variando sus costumbres, adaptándose a vivir en la llanura, con un paisaje bien distinto del suyo: cambiaron su vivienda, su vestimenta e incorporaron nuevos platos a su menú.
En nuestros dias existen muchas comunidades mapuches, tanto en Argentina (Neuquén, Rio Negro, Chubut, Buenos Aires y La Pampa) como en Chile. Se calcula que son cerca de 30.000 los que viven en grupos y 25.000 los que habitan dispersos en el pais.
En los últimos años han surgido numerosas agrupaciones mapuches que luchan por sus derechos, defendiendo la diversidad cultural y la posibilidad de conformar una nación intercultural que respete todas las expresiones.


El mundo y su organización.

La cultura mapuche organiza el mundo a partir de la ubicación de las cosas, objetos y seres dentro de un espacio ordenado en un desplazamiento de derecha a izquierda, siguiendo el movimiento universal, tal como lo hace el Sol cuando sale y se pone. También se sigue este sentido en el saludo o en los bailes. El universo funciona de forma circular. El tiempo es de carácter cíclico, no lineal. La Naturaleza no cambia, sólo se renueva. El tiempo se renueva, termina una jornada, un ciclo y se repite, siempre, de distintas maneras, más fuerte o más débil, como la Naturaleza. No es un tiempo diferente, es el mismo tiempo que va rotando.
Existe un pasado vinculado a los ancestros, quienes proveen la sabiduría, que ha sido entregada y es un acto colectivo para su continuación.
Existe un presente que fortalece las relaciones entre la comunidad local y los grupos familiares, en el conjunto de sus creencias y mitos, los cuales deben resultar en la percepción de un futuro.
Para la cultura mapuche, el cuatro (mely) es un número sagrado que representa equilibrio y armonía, que aparece en distintas manifestaciones: cuatro seres componen la familia originaria, cuatro son las partes del territorio mapuche, cuatro son las estaciones, cuatro son las etapas de la vida, etc.
El concepto de newén (que puede traducirse como “energía”) hace referencia a la fuerza interior de cada una de las cosas y los seres del universo. Para el mapuche, la tierra es una unidad con todos sus bienes y riquezas. La sabiduría mapuche enseña que todo tiene fuerza y valor, por lo que merece respeto. No se es dueño ni propietario, sino que se pertenece y se usa en un sentido de funcionalidad.
A la tierra se la llama madre o ñuke mapa, ya que los mapuches son sus hijos, de ella han nacido, ella los alimenta, les proporciona abrigo y recibe su cuerpo material cuando ha cumplido su ciclo vital. El concepto de mapu es central para la filosofía mapuche.





Algunos especialistas sostienen que la textilería mapuche ha recibido influencias de otras culturas: Tiahuanaco, Inca y de otros grupos del norte de Chile. Estos elementos incorporados fueron reelaborados por las tejedoras, quienes crearon un estilo singular y distintivo de su propio grupo.
La actividad textil fue, y es aún hoy, una actividad exclusivamente femenina. Las mujeres desarrollaron técnicas de hilado, de tejido en telar y de tintura por medio de especies vegetales. Con la llegada de los españoles, los mapuches incorporaron la oveja a sus animales domésticos, más fácil de criar, esquilar y reproducir que el chilihueque o guanaco. Las hermosas prendas mapuches se convirtieron en importantes bienes de intercambio comercial, tanto con otros grupos indígenas como con los españoles.


Leyenda sobre el origen de la textilería mapuche.

                   Según el trabajo de Angélica Willson A.: “Textilería Mapuche. Arte de Mujeres”.

“Un dia, una chiquilla lavaba mote en el rio, llegó un viejo y se la robó; se la llevó para sus tierras. Se casó el viejo con la chiquilla. Dicen que le dijo: Me voy para la Argentina, cuando vuelva yo, me tienes que tener toda esta lana hilada. Se fue el hombre y la niña quedó llorando, ¡cuándo sabría hilar! Llorando allegadita al fogón, y en eso el choñoiwe kuzé, el fuego vieja, le habló: No tienes para qué afligirte tanto, yo voy a llamar a lalén kuzé para que te ayude. Al ratito apareció, bajando por el fogón, la Araña Vieja y le dijo a la chiquilla: tienes que hacerlo como yo, mírame y aprenderás a hilar. Así que pasaron los dias, cuando llegó el hombre, las lanas estaban hiladas. Lalén Kuzé todas las noches fue a ayudar a la niña y juntas terminaron el trabajo.”

También se cuenta que, para que las niñas aprendieran a hilar y fueran buenas tejedoras se les frotaba suavemente la palma de las manos con pequeñas arañas o se les envolvía la muñeca con “pulseras” de tela de araña.

La autora citada incluye el siguiente relato de una tejedora mapuche de Temuco, Margarita Painequeo: “Mi mamá contaba que antes a la mujer mapuche le colocaban una lanita que se encuentra en un árbol –me parece que es hualle-, es una lanita especial, está en las montañas; pero la encuentra sólo la que tiene suerte, es una lanita bien finita. De guagüitas a las niñas mapuches les envolvían la muñeca de la mano, entonces ellas iban a ser como arañas para hilar o para tejer, salían expertas en tejido. Yo le decía a mi mamá, que por qué no me buscaba una, que por qué no me buscó cuando era guagüita. Yo soñé que iba a hilar algún dia; pero pensaba que iba a ser más lenta porque no me puso la telita. Ella me decía: Ya de grande es difícil, de guagüita es bueno, hay que buscarlo en el monte, es un poco difícil; pero se encuentra.”

De dos maneras se puede lograr el conocimiento y la aplicación de las distintas técnicas y procedimientos textiles.

La primera, por la observación cotidiana de las labores de hilado, teñido y tejido que realizan su abuela, madre o hermanas mayores. Pocas veces reciben explicaciones de sus familiares; ellas lo llaman “aprender mirando” y las niñas mapuches se ven forzadas a realizar “prácticas escondidas”.

En el segundo caso, se recurre a la enseñanza especializada de una maestra o ñimife. Estas maestras son mujeres, algunas de avanzada edad, que se destacan por sus habilidades y capacidad para enseñar. El método consiste en la aplicación práctica de los conocimientos: ella va elaborando un tejido y la joven lo realiza paralelamente en su telar.


        
…y en La Pampa, conocimos a Amelia,
que fue aprendiz y ahora es ñimife.


Mesa de trabajo de Amelia, en su casa.

Amelia con una de sus obras





¿Qué Amelia? ¿La que enseña telar?

         Sí, así la conocemos en General Pico, su lugar de residencia. Nació en Miguel Cané, otra ciudad de La Pampa, hace ya unos 70 años, Amelia Andrés de Sánchez. Su historia como telera comenzó en los 80. Su madre y su abuela hilaban. Su abuela era española. “Pero yo no aprendí con ella; no nos dejaba acercarnos a la rueca, ¡mirá vos! Y mi nieta, que tiene 8 años, ¡no sabés lo bien que hila!, con la rueca. Mi abuela hilaba y mis tias tejían con dos agujas, en Miguel Cané”.


  • ¿Cuándo y cómo aprendiste a tejer mapuche?

         Y… yo aprendí telar mapuche cuando vino Rosa, Rosa Maldonado, en 1980.
         Mirá cómo son las cosas… cuando yo iba a Bs.As. a ver a mi hija, que estaba allá estudiando, ella me llevaba a la casa de Salta y otras, porque yo quería ver cómo tejían; pero en ninguna parte tejían; había cosas hechas, nada más. Así que cuando me enteré que venía Rosa a Pico, al Centro Cultural Maracó, me fui de cabeza. Y ahí empecé: 81,82.

  • ¿Quién es Rosa Maldonado?

         Rosa Maldonado pertenece a la comunidad mapuche de la Colonia Emilio Mitre, de La Pampa. La madre de Rosa era de Puelches. Y Rosa aprendió de ella. Algunas veces venía con Rosa. Lo que me llamó la atención era su mano, tenía los dedos así, los dedos (índice y mayor) como gancho, de tanto usar el huso, de tanto hacer girar el uso; nunca usó rueca. Ella era indígena. Hilaban para hacer bolsos, y para vender la lana hilada. A Rosa y su mamá, la Dirección de Cultura las llevó a Santa Rosa, le hicieron una piecita, para que trabajaran allí. Cuando yo la conocí, ya no hacía telar, tenía más de 80 años, y le habían prohibido trabajar. Nos contaba a nosotros cómo se alimentaban con las raíces, muy primitiva era…

                                                                                                      
  • ¿Cómo y por qué te dedicaste a la enseñanza?

         Y… cuando Rosa dejó de venir, lo hizo durante 2 o 3 años, la directora de Cultura me llamó, para que continuara con los talleres. Porque como yo tenía un telar armado, bastante chico, lo llevaba y lo traía. Entonces, cuando Rosa venía a la semana siguiente, yo ya había terminado un trabajo; y había acumulado un montón. Y así comencé mi carrera enseñando. Esto hizo que yo no pudiera dejar de enseñar.       Yo nunca me imaginé enseñando. Después dije, ¿por qué no? Ni me lo esperaba este ofrecimiento. Y al dia siguiente, me levanté y pensé: si Rosa hizo el sacrificio de venir a enseñarnos, ¿por qué no hacerlo yo? Porque me parece que tengo la obligación; porque Rosa, que tiene raíces indígenas, se desprendió de todo, entregó su sabiduría por nosotros; entonces, yo tengo que seguir enseñando, es como que le debo eso a Rosa. Y seguimos teniendo unos encuentros maravillosos cuando nos vemos. Ella tiene su carpeta de toda su trayectoria, y me tiene a mi en un montón de fotos. Es como que está contenta  por esto.
         Y yo creo que contribuyo a lo que ella hacía, a rescatar, a difundir; porque acá, en la zona norte, es gracias a Rosa que se hace telar mapuche, que se hila lana. Ahora hay muchos que tejen, pero en ese momento, no. Por algo surgió así, yo  siempre digo … por algo pasan las cosas. Yo le estoy muy agradecida a Rosa. Casi no hablaba, era de pocas palabras. Nosotros tenemos copiado cómo movía los ovillos, porque ella hacía, pero no decía, era de muy pocas palabras. Ella era así, muy callada, muy humilde. Sabía hacerlo pero no sabía explicarlo. Nosotros íbamos copiando el movimiento de sus ovillos; cada urdimbre es distinta, entonces íbamos escribiendo sus movimientos, y eso fue lo que nos sirvió. Rosa había aprendido de su madre, de su abuela, viene de familia. A lo mejor no saben leer ni escribir, pero saben hacer telar y… ¡ qué bien que lo hacen!

  • ¿Cómo se desarrolla tu experiencia laboral, como maestra de telar?

         Primero fueron varios años así, en el Centro Cultural Maracó, con telar mapuche. Y luego agregué el telar de mesa, pero casi obligada por la situación, ya que se había abierto la Escuela Laboral, y nos trasladamos allí. Y también ya estaba trabajando en la Escuela Laboral de Quemú-Quemú; ellos vieron una exposición de trabajos que hicimos en el Centro Cultura Maracó y me llamaron. Y me inscribí con un título que tenía de “Labores”, remendado con cinta adhesiva, de viejo que estaba. Y ahí me dieron el cargo.
Luego empecé a ir a Ojeda, a la Escuela Hogar; ahí estuve 12 años. Esta fue otra experiencia inesperada, porque le enseñaba a chicos; yo nunca había trabajado con chicos. Cuando volví a casa ese primer dia, yo venía flotando, de la alegría, porque los chicos seguían hilando, todos con huso. Yo no pensé nunca que se iba a poder. ¡Tenían un interés! Después incorporamos las ruecas; había 6 ruecas. Cuando se ponían así… medio cansados, hacíamos un concurso de hilado. Eso era un ruido, todas las ruecas trabajando, a ver quién hilaba más lana y mejor. Bueno… después había que llevar el premio, eso sí. Y… les llevaba golosinas… a todos. ¿Qué es lo que más los entusiasmaba? El hilado y las máquinas. En cuarto grado hilaban con huso; en quinto, con rueca, que no era fácil, pero eran 4 horas intensas. Y luego aprendían a tejer. Esos días iban chicos de otras escuelas, a ver y aprender, entonces era un momento muy especial. Los mismos chicos nuestros les enseñaban a los visitantes.
El primer año que expusimos en la Rural, en el 90, yo le dije, a la directora, Hilda Dalmasso: “¡El año que viene vamos a Palermo!”; pero en broma, era como decir cualquier cosa. Y ella se lo tomó en serio. Y dijo: “vamos a trabajar para ir a la Exposición Rural de Palermo”. Llevamos los trabajos, fuimos con la gente del Mercado Artesanal de Santa Rosa. Y el primer bolso que se vendió fue para Japón, lo entregaron los chicos nuestros, era de ellos. ¡No sabés la alegría que tenían! ¡Que se vendieran sus trabajos! Fue emocionante; además, nunca habían ido a Buenos Aires. Una anécdota: el stand de La Pampa no estaba habilitado para la rueca; llevábamos los husos. Pero el de al lado, el de Rio Negro, sí. Entonces los chicos nuestros se iban a hilar ahí; y la gente que pasaba, los rodeaban; porque ver chicos así, hilando, es sorprendente; salieron en todos los diarios “los chicos de La Pampa”, eran chiquitos. En el 91 volvimos otra vez y recibimos otro premio. En ese momento había más posibilidades para viajar que ahora. Hacíamos tejido mapuche, y también, con la lana hilada que quedaba gruesa, hacíamos los chales de “triángulos”. Con la venta de los trabajos, los chicos hicieron varios viajes, dentro y fuera de la provincia. Teníamos el Proyecto hecho, y desde la Escuela organizábamos los viajes. También fuimos a Santa Fe. Hubo una época que se hacían 3 o 4 chales por dia. Empezaba un chico, unos 15 minutos, y luego seguía otro, y así se iban terminando. A veces, se peleaban para trabajar. Les gustaba mucho.
Yo digo que el telar atrapa. A los grandes y a los chicos. No sé qué tiene. Al principio cuesta porque no saben lo que es. Pero una vez que se metieron… es fantástico. Yo me venía a Pico a las 5 y media, porque empezaba a trabajar en esta otra escuela, y ellos seguían trabajando hasta la hora de la cena, porque es una Escuela Hogar.
¿Y este interés de los chicos continuó siempre? Siempre, hasta que hubo el cambio de Dirección, y se dio lugar a otras cosas… y no se hizo más telar.
También trabajé en Larroudé, tres años. Ahora siguen, pero sólo con hilado, en un centro municipal. En Quemú-Quemú quedó gente que siguió tejiendo; hay una chica que hace ponchos.
                           
                                               Amelia enseñando-Escuela Laboral Nº 6
       
Alumna hilando lana de oveja
                                                                                                                                                                                                                                                   
…CONTINUAMOS CON LA INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA:

El telar.

El tejido consiste, básicamente, en un entrecruzamiento de un sistema de hilos fijos al telar (urdimbre) por un sistema de hilos que pasa la tejedora (trama). Los telares han sido y siguen siendo muy variados: verticales, horizontales o sujetos a la cintura del tejedor. Entre los mapuches, el más común es el telar vertical con urdimbre vertical. Es muy sencillo: un bastidor fabricado con cuatro palos o ramas (dos parantes y dos travesaños) que van cruzados en ángulo recto y sujetos por medio de sogas en los sitios donde se cruzan. Los tamaños varían según la pieza a tejer y se lo coloca apoyado en la pared, en posición oblicua. En lengua mapuche se lo llama huicha huichahue (de pie sobre la tierra) o huitral. Los travesaños pueden tener una longitud de entre 1,10 y 1,80 metros.


Las piezas.

Las prendas que se tejen, en general, son de tres tipos: vestimenta, objetos para la casa y objetos para el caballo.


El poncho.

El poncho es una de las prendas de vestimenta, de forma rectangular con una abertura en el centro para la introducción de la cabeza. Fue una prenda muy apreciada por muchos grupos indígenas y por el criollo también. El poncho mapuche llegó desde Chile a las pampas argentinas. Los ingleses llegaron a elaborar ponchos pampas en sus fábricas para luego venderlos en la Argentina. Sus medidas son de 1,40 a 1,90 de longitud, por 1,20 a 1,80 de ancho. Los diseños varían con los grupos indígenas y con la habilidad de la tejedora. Son comunes los laberintos escalonados, dibujos de plantas y animales, y la técnica del teñido negativo llamada ikat, que amarra determinado número de hilos de la urdimbre para que conserven el color original de la lana. Son comunes también las listas de diferentes colores (“camino que se despliega siguiendo las formas del paisaje”) o en blanco y negro.

El poncho es una prenda masculina muy distintiva. Dice la investigadora Margarita Alvarado: “Sus diseños y colores son depositarios de delicados códigos que se relacionaban con el territorio y el linaje. Todo poncho presenta una densidad estética y simbólica muy específica, que debe dar cuenta del poder, jerarquía y prestigio de su portador por medio de códigos que se materializan en sus colores y diseños”.
Fue una prenda infaltable para el gaucho, que lo usaba también para la cama, de manta para su montura y hasta para batirse a cuchillo en algún entrevero. La matra es la pieza del apero de montar que podía servir, en los viajes largos, como colchón o manta. El hilo que se usa es más grueso que el usado para el poncho. En Neuquén suele denominársela pelera. Y el matrón sería la manta para la cama, un poco más grande.


El diseño.

En la tejeduría mapuche es frecuente el uso de cruces y cuadriláteros de bordes escalonados. La cruz andina es uno de los símbolos más utilizados en estas culturas. La cruz simétrica es un símbolo cosmológico (representación del mundo). El motivo denominado choike kichiu, ano de avestruz, consiste en un rombo ubicado en el centro de otro con lados dentados, y también fue muy utilizado por los tehuelches. Los rombos pueden aparecer simples, concéntricos, subdivididos o con otros motivos en su interior. Aparecen además otros dibujos, como el reloj de arena (dos triángulos unidos por un vértice); el zigzag, que se arma con líneas rectas, escalonadas o dentadas; los triángulos, que pueden encerrar figuras pequeñas; o los espirales.
La figura humana es generalmente esquemática o estilizada, y a veces se utiliza la figura del jinete. Se usa la representación de la flor del rayen; el diseño de cadenilla, con eslabones en forma de diamante; ojitos; espuelas; diseño de líneas oblicuas y paralelas con otro dibujo en el centro; dibujo con rayas como las del arco iris; estrella; diamantes dentro de otros diamantes; garfios.

La investigadora Angélica Wilson explica:

“Para comprender el significado y el sentido estético involucrado en los tejidos mapuches, es importante tener en cuenta que la combinación de formas, diseños y coloridos que adornan las distintas prendas, aluden a un modo de expresión propio y a la existencia de un ‘lenguaje’ a través del cual se establece un diálogo entre sus creadoras y los miembros de su sociedad.
(…) Asimismo, se plantea que la iconografía de los textiles mapuches expresa el conocimiento de ciertos contenidos culturales, los cuales son susceptibles de ser leídos por ciertos individuos especializados, a través de la decodificación global de las secuencias decorativas expresadas en un tejido. (…) A través de los dibujos de un tejido, se podía contar una historia, o saber la posición social de un hombre o de una mujer.”

Algunas tejedoras cuentan que tenían conocimiento de que tanto los colores como los diseños poseían un significado, pero que ellas no lo conocen. Se podría inferir que el diseño de cadenilla podría ser la imagen de la unión de todas las comunidades mapuches.

El etnógrafo chileno Pedro Megge Rosso, especialista en la simbología textil mapuche, habla sobre los significados escondidos en los ponchos. Los ponchos negros o grises carecen de símbolos, puesto que sirven sólo como abrigo. Si tienen colores o diseños, significa que fue tejido para alguien en particular. “Toda tejedora anticipa para su tejido un proyecto simbólico fundamental. Este proyecto debe realizarse en un mensaje que debe ser expresado por la integralidad de los símbolos que lo componen. El mensaje debe relatar con la mayor precisión posible al dueño y portador del textil, y muy particularmente si se trata de una manta”.



Amelia nos cuenta sobre técnicas y diseños

  •  ¿Qué diseños o técnicas utilizás?


         Enseño lo básico, lo que yo aprendí. Pero ahí está la cosa… de ahí sale todo…La urdimbre “del ocho” o “simple”, “ojito de perdiz”, “de costillita” o “peinecillo” (porque más al oeste se le llama peinecillo), y la urdimbre de “cuadradito”.
Urdimbre simple y de costillita
Urdimbre de lista atada
         Ahora nos estamos volcando a los rombos, en la Escuela. Yo veo que también en el oeste los están usando, lo están incorporando últimamente; porque antes hacían solamente lo básico. El rombo se usa para el “laboreo”. Un tejido con laboreo es el que va a formar algún rombo, alguna figura; y un tejido liso, tiene las urdimbres de cuadrito, ojito de perdiz y costilla. El uso del laboreo se debe a la influencia de Mendoza y del sur. En La Pampa era más simple la cosa. La Pampa se caracteriza por tener esos tejidos, más simples.
                                  

                                                                                    
  • ¿Y qué podés contar de tus obras?

Y… para mi tejer es como una adicción. A veces envidio a mis alumnas, que yo a lo mejor, por falta de tiempo no lo puedo hacer tantas prendas. Me gustan las cosas grandes, y con lana hilada por mi. Ya tengo lana para otro poncho. También la tiño. Algunas prendas las hago por encargue; entonces, pregunto qué color quieren. Si no, yo elijo los colores y el diseño. A veces me despierto a la noche, y pienso los colores que le voy a poner; tiño con vegetales, con anilina no, muy poco. Uso los vegetales que hay en cada época. Porque cada época tiene su color. Ahora vamos a tener ciruelo de jardín, que ya brotó; hasta hace poco teníamos el fruto del siempre verde, que es un verde turquesa hermoso; y está también la flor de la acacia. Y en invierno, usamos las hojas, la yerba, el té, la cebolla. Siempre hay que tratar de tener lana teñida. Y también la lana natural, blanca y negra, o gris, queda muy linda. Me gusta mezclar tinturas, pero hay que saber bien la cantidad, porque si no alcanza, no se consigue el mismo color. A través de la Escuela, todos los años vamos descubriendo nuevos colores; porque las alumnas, van probando. Este año apareció la hoja de salón, esa hoja grande, y sale un color hermoso, un verde oscuro, que no lo conseguís con otra cosa. Cuando iba a Quemú, se descubrió la cáscara de granada. Y ahora van a probar con la cáscara de palta. Y otra cosa que vamos haciendo es incorporando nuevos diseños; las chicas buscan en Internet y se vienen con diseños que no conocemos, y los tratamos de sacar; no es fácil, pero se van sacando. Casi todos son con la urdimbre del ojito de perdiz, y de ahí parte el laboreo, más o menos complicado. También hacemos la lista atada, que consiste en atar varios hilos de urdimbre, formando un diseño; luego se tiñe, y lo que está atado permanece con el color original. Se vuelve a colocar la urdimbre en el telar, y se agregan nuevos hilos para completar el trabajo.
Cuando elijo el diseño, prefiero no salirme de lo tradicional pampeano: peinecillo y ojito de perdiz; que no sea una guarda incorporada de otros lugares. Me gusta hacer las franjas sencillas, con combinación de colores; como para mantener la identidad. Lo tradicional pampeano son las urdimbres de ojito de perdiz, costilla, cuadrito y la lisa; esto es lo tradicional pampeano; y sobre eso van los dibujos, pero también sencillos. Rosa le llamaba costillar, y decía: “hacés costillar o medio costillar”.
                           


                                      Conclusiones


         La obra de Amelia es como la cuenta: sencilla, profunda, cuidadosa. Estas cualidades dan vida tanto a sus tejidos como a su actividad educadora.

         Es cuidadosa de las tradiciones; valora, respeta y difunde lo que los seres originarios de La Pampa han desarrollado, tanto en su manera de trasmitir la cultura como en la elección de técnicas y diseños (“como para mantener la identidad). También es cuidadosa en sus tejidos, de un hilado fino y parejo, hasta una confección impecable, tanto en el teñido, como en el diseño y factura; no deja detalle librado al azar.

         Es sencilla en su manera de enseñar, muestra con su ejemplo, de pocas palabras (“ella hacía, pero no decía”), persistente, respeta los tiempos y habilidades de cada uno, contagia de entusiasmo cada vez que una pieza se termina, disfruta la satisfacción de la obra concluida, el placer de aprender paso a paso. Sus obras también son sencillas, pero son plenas y no ahorran esfuerzo; no hace falta agregarles nada; sólo ella sabe el trabajo y el cariño que encierran.

         Es profunda en sus ideas; es agradecida de las enseñanzas recibidas y respetuosa del mandato asumido: la lana está “hilada por mi”; los colores con tintes vegetales, ya que “cada época tiene su color”, y los diseños sencillos, como “los que se hacen en La Pampa. Rescata con sabiduría la magia del telar: el que no sabe, no se imagina; pero quien lo conoce, ya sea grande o chico, siente algo especial:

                        “el telar atrapa”









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