04 mayo 2016

Nora Correas-del Tapiz a la Instalación






“NORA CORREAS -
del   Tapiz la  Instalación

 2007-General Pico – La Pampa


Nora Correas nació en Mendoza en 1942. Su padre fue Director de la Escuela de Artes Plásticas; desde chica concurría con él y tiempo después también lo hizo como alumna.  Continuó su formación artística en Buenos Aires, en el taller de Juan Batlle Planas. Dice Nora: “El azar y la maternidad me llevaron al mundo de las fibras”, era el año 1969. Durante un largo tiempo hizo cartones para tapices, aún durante su estancia en Brasil, entre 1970 y 1973. Casi de un salto, pasa de la representación plana a la volumétrica. En los ´80 deja la visión centrada en el hombre político y transita por la del ser humano desde sus más elementales necesidades. Las fibras se endurecieron. Aparecen los temores de toda la humanidad. Las estructuras adquieren un tamaño desmedido e inabarcable, que sobrepasa la dimensión humana, expresándose con las instalaciones desde 1986.




Nora Correas-del tapiz a la instalación


Como mujer y sudamericana habla desde el lugar incómodo e inestable de la incertidumbre, la ceguera y la opresión.
Con la paciencia y la perseverancia de una tejedora primitiva continúa enhebrando sueños de una humanidad donde lo espiritual cobije nuestras pequeñas realidades cotidianas.
Quien entra en contacto con una obra de Nora Correas seguramente se encontrará inmerso en un juego de sensaciones, afectos y perceptos que serán suficientes para sentirse conmovido y reflexionar sobre ella, sobre si mismo, sobre la sociedad, sobre el futuro, sobre la humanidad. Igualmente atractivo resulta hacer el camino que recorrieron sus obras desde las primeras manifestaciones artísticas (el tapiz vertical adherido a la pared) hasta una impactante instalación de objetos de tres metros de altura que viajó a París.

¿Qué factores intervinieron en el proceso de producción de esta mujer para hacer semejante transformación?
¿Qué características se mantienen y cuáles cambian en su obra?            ¿Cuáles son los elementos de continuidad y cuáles las rupturas?

ME PROPONGO DESARROLLAR ESTE TRABAJO, DESDE LA SIGUIENTE HIPÓTESIS:

“La trama de los tapices con los que se inicia como artista contemporánea, se mantiene en todas sus obras, incluyendo las instalaciones”.

En una entrevista de marzo de 2005, Nora comenta: “Cuando vi la primera figura, hecha con el hilo, con la lana que iba apareciendo sobre esa tela, me pareció algo maravilloso. (…) el hecho que una serie ordenada de puntos determinara una figura, me pareció una cosa milagrosa.”  Durante este tiempo Nora mantiene un vínculo sensual táctil con las fibras que trascienden en obra artística: “Necesito tocar, ir directo a la materia, hoy el arte se ha vuelto ascético, todo es virtual, a mi todavía me emociona el contacto con los materiales”.[1]
Luego de esas primeras experiencias con el tapiz, que comienzan con el nacimiento de su hija mayor Javiera, continúa haciendo cartones (bocetos) para tapices, los cuales eran tejidos por tejedoras, que lo hacían “mucho mejor que yo”. Es entonces cuando toma conciencia de que “el hilo tenía cuerpo propio”; “el hilo puede contar una historia que va creciendo de una manera distinta a la pintura”; “como un árbol: las raíces, el tronco, las ramas; para ver el árbol completo hay que tener un orden y en el tejido había un orden” (idem),
Aquí se produce el primer salto cualitativo de Nora: en la manera de concebir el “entramado”. La obra textil ya no sería una pintura hecha tapiz, sino que había que usar el material como medio directo de expresión. La consecuencia inmediata fue el paso del tapiz plano al volumétrico, para arribar luego a la construcción de esculturas blandas, abordando así un arte objetual. Nora es clara: “Las palabras no siempre contienen el mundo de las sensaciones directas. Mi trabajo se divide en dos grandes ramas. Una, la de los tapices planos, que encierran figuras y colores, cuya historia es más clara y luminosa; y la otra, en donde intento internarme en ciertas profundidades, dejando la no siempre amable superficie, para tratar de bucear en lo que da miedo por ser lo desconocido” (idem).
Durante este tiempo, realiza algunos viajes por América Latina, vive tres años en Brasil (de 1970 a 1973) en contacto con tejedoras y regresa a Argentina aprendiendo tapiz con Martha Viñals. Deja atrás el paraíso tropical para introducirse en el infierno de nuestra Argentina del horror.
¿Qué cambia? Desde 1973 a 1983 cambia la paleta, que pasa a ser acromática, con tierras y rojos. Y también cambia el contenido temático: pasa de la descripción de una naturaleza amable al espanto y el dolor de un cuerpo humano roto.
Son obras representativas de esta época “El corazón partido” (1976), una gran masa de lana roja de aspecto cóncavo con venas que se entrecruzan interminablemente y “El difícil camino de la libertad” (1981) que gana el 1º Premio del IV Salón Nacional de Tapices (1982).
El último trabajo de esta etapa, “Azulín, azulado, este cuento aún no ha acabado” lo realiza cuando nace su hijo Santiago, en 1985, introduciendo la madera. Lana y madera, blandura y solidez, suavidad y aspereza, defensa y ataque. Al mismo tiempo aparece la necesidad de aumentar el tamaño de sus obras e incorporar materiales duros, como resina, metales, vidrios, cueros.
Así va abriendo su camino a la Instalación.
La primera fue Penélope, construida en 1986, y presentada en el Centro Cultural Recoleta, junto con otras del grupo “Mitominas”, donde cada mujer abordaba un mito. Y Nora eligió a Penélope. Durante un mes tejieron estas mujeres, urdimbre de medias de nylon, anudadas unas a otras, y tramas de wata y sábanas. Y en ese entramado tuvieron presencia los pañuelos blancos de las Madres de Plaza de Mayo, los pañales blancos, el conjuntito de bautismo blanco, el vestido de comunión blanco, el vestido de novia blanco, el ajuar blanco que en algún lugar se guardaba con yerbas aromatizadas “para que no se manchara”, la mortaja blanca. Toda la vida de la mujer pasaba por el blanco.  Y el espectador también pasaba como por un túnel blanco mientras las recorría. “Pero esa blancura era también un impedimento”, reflexiona Nora; “yo te quiero blanca, te quiero pura y te quiero no sé cuántas cosas más… Fue la primera vez que trabajé en grupo, fue un momento de comunión…cada vez más, solos, no podemos hacer nada”.[2]



De aquí en adelante, aparecerá en la obra de Nora, esta característica fundamental de toda instalación que es la inclusión del espectador (mejor llamado visitante) en la obra. Esta centralidad del visitante en relación a la obra hace que se la defina como un arte de la presencia. Deja de ocupar una posición ex - ergonal (fuera de la obra) para ser ergonal.; él es quien completa el sentido de la obra, motivo por el cual colocamos a las instalaciones en la categoría de “bifásicas”, ya que supone un inacabamiento por parte del artista y una mise-en-corps del visitante; la obra es el proceso. El artista puede programar algunos momentos o “centros de interés” pero es aquél quien recorre el camino y compromete su cuerpo, quien se apropia del espacio y el tiempo. Se aísla del “afuera” conocido y cercano y penetra en un “adentro” que le depara la incertidumbre de lo desconocido.
En la compleja instalación del Adiós (42 cajas de extinguidores de incendio sirven de soporte) introduce con fuerza y juego teatral el desgarro de sus vínculos familiares; desde el dolor, miedos, mandatos y prejuicios vuelven los objetos a la memoria con presencia y esencia autobiográfica. Consigue tramar pasado y presente logrando un tejido que la fortalece para seguir el camino de nuevas construcciones de significados.
“Recordando a Damocles” es una instalación presentada en el Centro Cultural Recoleta en 1994, de 3 x 5,10 x 2 m. Retomando la anécdota de Damocles (400 años a.C. en Grecia) Nora presenta sobre el piso un enorme espejo, con los marcos llenos de hormigas y encima del cual penden del techo una tupida cantidad de espadas. Desde el primer contacto perceptivo, la instalación le presenta al espectador el desafío de vencer la resistencia a entrar y tomar la actitud de “espiar”. Dice Elena Oliveras: “Solo quien lograba vencer el temor de la amenaza de estas espadas, veía la obra completa. También aquí se recupera la capacidad de asombro (casi perdida en el arte actual) provocado no por estímulos lúdicos o sensoriales, sino conceptuales.”[3]
“Veo-Veo” es una instalación realizada en 1994, donde el visitante es inducido a recorrer un camino prefijado, durante el cual se encuentra con los rostros de 250 niños (fotografías blanco y negro, de igual tamaño, ubicadas sobre las paredes laterales). Un camino de alfombra dorada llega hasta el centro de la sala, donde montado sobre un pedestal cubierto por lingotes de oro, hay un coche-cuna también dorado. Hacia los lados se leen dos poesías, una de Rudyard Kipling y otra de María Negroni. Con estos objetos así presentados se alude al poder y a una clase social privilegiada de los años 40. ¿Y dentro del cochecito?, nos encontramos con cucarachas; especie que ha perdurado sin sufrir mutaciones. Así como denuncia el horror de este descuido humano, de cochecitos sin niños, o niños sin cuna, apela a su reconocimiento y modificación de este estado de cosas.
Esta manera de contar impugna el logocentrismo que durante siglos ha planteado el pensamiento dividido en oposiciones. En cambio, el juego de la presencia desde la ausencia, desplaza los términos dicotómicos de los opuestos, para introducirnos en un juego de fuerzas donde la percepción y la producción se confunden y nos confunden, nos conmueven, nos hacen trasladar en el espacio y el tiempo. No es única la relación entre significado y significante. Desde el concepto de diferancia (españolizado) de Derrida, podemos entender que hay una huella, una marca previa al significado-significante. Explica Jorge Figueroa: “El presente difiere de si mismo (no es idéntico), y el presente siempre es un presente diferido (para adelante)”; tales aparecen como los dos sentidos del término différance. Y advierte Derrida: “Hay algo en el significante que ya funciona como significado”. De aquí en más, la crítica ya no se podrá limitar a descifrar o decodificar el signo en relación a significante y significado. Y continúa: “No hay nada fuera del texto”, El texto es un juego de diferencias: de presencias y ausencias.”
Señala Barthes: “El texto es un tejido, cuyo trabajo debe efectuarse como un entrelazado, una trama, entre las funciones, las acciones y la narración”. Tanto artista como visitador trabajan un espacio y un tiempo particular, creando un texto que es la transformación de otro texto. Estamos en presencia de la intertextualidad, como una retícula de textos precedentes, que advierte la presencia de otros textos en el texto.
Desde 1988, con los Chalecos, la artista construye instalaciones con objetos escultóricos, que tratan cuestiones del poder: chalecos vacíos, y el vacío de poder, llenos de recuerdos olvidados, o un poder vaciado por el paso del tiempo, vaciado de libertades y derechos, de todo interés por la dignidad humana. En Oropel (1999) hace referencia al poder eclesiástico, político y militar; una muñeca desnuda que nos refleja indefensos frente a tanto poder, como simples muñecos, y un fondo de moscas verdes, verde de podredumbre y poder económico; vivimos entre el poder total y la carencia absoluta.
En Con los ojos abiertos,  Nora propone reflexionar sobre el futuro que se presenta desolador. Tres elementos escultóricos de tres metros de altura, semejantes a chalecos-armaduras, aparecen como espacios protectores de un cuerpo ausente. Surge la reflexión sobre lo terrenal y lo espiritual, lo orgánico y lo inorgánico. Una gran masa de hormigas circulan de uno a otro, mientras que en el del centro se aloja una sola hormiga que la vemos en dimensiones gigantes por la acción de una lupa.
Aquí y allá, ahora titula Nora Correas su última exposición, realizada en 2003, en la Galería Maman de la ciudad de Buenos Aires. Nos ofrece una variedad de recorridos, tanto desde el espacio físico como desde el pasado-presente-futuro. Desde un “ahora” nos resuena un “allá” que nos posibilita redescubrir y redimensionar el “aquí” y nuevamente el “ahora”. Abre un espacio y un tiempo no convencionales. Ambos se funden en la propuesta que conduce a la síntesis, y nuevamente, a la conciliación de los opuestos: vacío-lleno, adentro-afuera, habitual-extraño, real-ficción, verdadero-falso, presencia-ausencia.
En varias de sus obras utiliza imágenes polisémicas, con insectos que, como las hormigas, los sapos y las cucarachas, pueden remitirnos la idea de inmortalidad. Pero a su vez, el anonimato de estos insectos en su conjunto, también simboliza la pérdida de la libertad, la alienación. La alienación del individuo al grupo, de responder a un recorrido inevitable, privado de la libertad de elegir la desobediencia. Toda su obra es una invitación profunda a “aprender a ver” o estar “con los ojos bien abiertos”, no sólo como fenómeno biológico sino como posicionamiento vital. Su arte apunta al rescate de lo verdadero, aunque la contemplación de la obra pueda resulta inconfortable y provocar reacciones de angustia. La ética prevalece sobre la estética.

CONCLUSIONES

Del recorrido realizado a través de la obra de Nora pude ver cuáles fueron los cambios que fue desarrollando y la condujeron a la deconstrucción; y cómo, desde una búsqueda profundamente personal y desprovista de prejuicios conceptuales, se afianza en ella. A medida que se iba desdibujando la estructura del tejido en los tapices, que la urdimbre y la trama se alojaban en objetos escultóricos, que la instalación tejía de otra manera, va apareciendo otra estructura que subyace en la mayoría de sus obras: la repetición de muchos elementos pequeños (ramas, crines, venas, cueros, sapos, gestos, espadas, cucarachas, moscas, hormigas) que van conformando una superficie mayor, de la misma manera que antes lo hacía al pasar con la naveta uno a uno los hilos por la urdimbre.
Dice Nora:
“Yo creo que ser textil es también una forma de mirar el mundo y estamos rodeados por trama y urdimbre; todo aquello que nos rodea desde una hoja, una madera, las telas que nos cubre, las sillas, todo tiene una trama y una urdimbre, pensándolo así, creo que todos los artistas tienen un contacto con lo textil.”
“La vida es una secuencia de pequeñas cosas que se van hilando, una tras otra hasta formar un tejido, al final debemos tener una buena colcha. Creo que todo en el fondo es un tejido”.[4]





[1] Centro Argentino de Arte Textil-marzo 2005, Tramemos Nº 53, “Reportaje a Nora Correas”.
[2] Entrevista personal realizada en junio de 2007.
[3] Oliveras Elena, “El cuerpo en el arte de los 90”, Casandra, Nº 5, 1997,pp.
[4] Idem referencia 1.

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