Nuestro desarrollo de vida se choca,
algunas o muchas veces, con la desgracia. Que no es algo puro. Pero apenas la
convertimos en relato, damos un sentido al sufrimiento y comprendemos, mucho
tiempo después, cómo pudimos transformar una desgracia en maravilla, ya que
toda persona herida se ve forzada a la metamorfosis.
La palabra “resiliencia” nace en la
Física, y simplificando su concepto, se usa para designar la capacidad que
tiene un cuerpo para resistir un choque. Con el tiempo, las Ciencias Sociales
la utilizan para significar “la capacidad para triunfar, para vivir y
desarrollarse positivamente de manera socialmente aceptable, a pesar de la
fatiga o de la adversidad, que suelen implicar riesgo grave de desenlace
negativo” (S.Vanistendael, Clés
pour devenir: la résilience, nov.1998).
Nuestra historia no es un destino.
Los determinismos humanos son de corto plazo. Los sufrimientos nos obligan a
metamorfosearnos y nunca perdemos la esperanza de cambiar de manera de vivir.
Por eso una carencia precoz, la pérdida de un ser querido, una tragedia, una
catástrofe, un accidente, crea una vulnerabilidad momentánea, que las
experiencias afectivas y sociales podrán reparar o agravar.
¿Por qué tengo que sufrir tanto?, ¿Por
qué a mí?, ¿Cómo voy a hacer para ser superar esto?
El precio de la resiliencia es el
OXÍMORON. El oxímoron es una figura retórica que consiste en reunir dos
términos antinómicos. Revela el contraste de quien, al recibir un gran golpe,
se adapta dividiéndose. La parte de la persona que ha recibido el golpe sufre y
produce necrosis, mientras que otra parte mejor protegida, aún sana pero más
secreta, reúne, con la energía de la desesperación, todo lo que puede seguir
dando un poco de bienestar y sentido a la vida. El contraste no produce
antagonismo sino que los reúne, los aclara. El oxímoron se vuelve
característico de una personalidad herida pero resistente.
Escribe Baudelaire: “Cada instante te
devora un pedazo de delicia… Me has dado tu fango y yo lo he vuelto oro”
(C.Baudelaire, “L’horloge”, Les fleur du
mal, 1861. En esta
expresión podemos descubrir claramente la alquimia del dolor.
No tenemos por qué escoger entre la
tesis y la antítesis. Quienes atravesamos semejantes situaciones, estamos
heridos y punto! Desarrollando la resiliencia podemos encontrar bienestar y
armonía, en el fango y el dolor. Una desgracia nunca es maravillosa, pero nos
obliga a elegir: someternos a ella o sobreponernos.
Extraído del libro “LA MARAVILLA DEL
DOLOR-El sentido de la resiliencia”
BORIS CYRULNIK